Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


100218
Legislatura: 1888-1889
Sesión: 22 de enero de 1889
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Marqués de Sardoal.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 27, 375.
Tema: Situación actual de la Diputación provincial de Madrid.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): Para pronunciar muy pocas en cumplimiento del compromiso que tomé al iniciarse este debate, contestando a todo aquello que a mi persona se refiere, y dejando de contestar todo aquello que en el fondo de la interpelación deba hacerlo el Sr. Ministro de la Gobernación. Pero yo he de decir al Sr. Marqués de Sardoal, que aquí resulta una cosa singular, que yo he sido el herido y S.S. se pone la venda. Porque, ¿qué agravios tiene S.S. de mí, cuando yo tengo el agravio de las palabras poco benévolas que el otro día pronunció? De manera que yo soy el herido, no me quejo, y S.S. se pone la venda.

Yo no he inferido a S.S. agravio ninguno, porque en esa cuestión particular, en esa cuestión preliminar a la votación que dio por resultado el voto de censura contra S.S. en la Diputación provincial, yo hice todo lo que pude hacer, todo lo que hubiera hecho el jefe del partido más enérgico, y lo hice, lo he dicho antes, no solo en bien de S.S., no solo porque no quería que S.S. dejara la presidencia de la Diputación provincial, sino porque además no quería que viniese esa dificultar para el Gobierno. Lo hice, pero mis esfuerzos fueron inútiles; y aquí está el cargo de S.S.: ?pues si S.S. hizo todo lo que pudo, y a pesar de eso no lo consiguió, o no es verdad, es decir, o no quiso hacer lo que pudo, o si lo hizo y no lo consiguió, declárese S.S. un jefe de partido impotente?.

No, Sr. Marqués de Sardoal; que hay cosas que lo jefes de partido, por potentes que se consideren, no las pueden conseguir. De los nueve diputados disidentes, Sres. Senadores, la mayoría, pero la mayoría por un gran número, no eran procedentes de mi antiguo partido. (El Sr. Marqués de Sardoal: Está equivocado el Sr. Presidente del Consejo de Ministros; S.S. ha echado mal la cuenta). No, que la tengo muy bien echada; de la procedencia de mi partido eran tres; hasta nueve, faltan seis. Pues esos seis eran procedentes del partido de S.S., y como para estas cosas, sobre todo personales, tratándose de una persona de su procedencia como es S.S. (El Sr. Marqués de Sardoal: Pido la palabra), los jefes de las antiguas procedencias tienen tanta influencia, y yo creo que más, en el ánimo de ellos que el jefe de la agrupación general, sabe S.S. que llamé en mi auxilio a los jefes de esas procedencias, y tampoco pudieron conseguir lo que yo no había conseguido.

Si no pudieron ellos conseguirlo, ¿cómo lo había de conseguir yo? Y no lo consiguieron, ya lo he dicho antes, porque esos nueve disidentes no disentían de S.S. por cuestiones políticas o porque S.S. no [375] presidiera bien la Diputación, sino porque se consideraban agraviados por S.S., hasta el punto que decía: ?todo lo que Vds. quieran, menos dejarnos presidir por el Sr. Marqués de Sardoal, porque eso sería una humillación de nuestra dignidad?. (El Sr. Marqués de Sardoal: Entonces, ¿por qué lo refiere aquí? Ahora contestaré a todo). Lo refiero para explicar lo ocurrido.

He dicho, pues, que lo hacía por agravios personales y no les pudimos disuadir; fue imposible disuadirles.

Ahora dice el Sr. Marqués de Sardoal: ?¿por qué no los echa S.S. del partido?? ¿Le parece a S.S. que por una cuestión personal, si es que la había, entre S.S. y ellos (cuestión que S.S. con sus altas dotes de talento y autoridad podía haber cortado, y tengo la seguridad de que podía haberla cortado), se debe echar a las personas de los partidos? ¿Le parece a S.S. es buen sistema? Yo declaro que no lo encuentro bueno, no solo para el partido liberal, sino para ningún partido.

Pero es más: S.S. ha hecho alusión también a si algunos individuos del Ayuntamiento iban o dejaban de ir a la Diputación. Yo no lo sé, Sres. Senadores; lo que sí puedo decir es, que el dignísimo presidente de esa Corporación municipal me ha ayudado todo lo posible en los trabajos particulares que yo realizaba para evitar lo sucedido, hasta el punto de que por este motivo ha roto antiguas relaciones de amistad y hasta lazos de familia. ¿Se puede hacer más? ¿Dónde vamos a parar? ¿Quiere el Sr. Marqués de Sardoal que se haga más? ¿Hasta dónde quiere llevar la energía de los jefes de partido?

Pero dice S.S.: ?pues esos mismos que votaron en contra, fueron elegidos individuos de la Junta directiva en el Círculo constitucional?. Es verdad; pero también lo fue S.S.; lo cual prueba que el partido no ha dado importancia política a la cuestión ocurrida entre S.S. y algunos diputados provinciales. ¿Acaso no le daban a S.S. un puesto importante en esa misma Junta directiva? Conste, pues, que S.S. no está en lo cierto cuando cree que yo no he tenido toda la energía que debía y que he andado en vacilaciones; y digo esto, porque me parece haber oído a S.S. que yo he dado la razón a las dos partes; que unas veces parecía que estaba conforme con unos, y otras con otros; es decir, que unas veces estaba conforme con los que han votado en contra y otras con los que han votado a favor de S.S.

Pues bien; eso no es exacto, Sr. Marqués de Sardoal, y se lo he dicho a S.S. otra vez. Los amigos que estuvieron al lado de S.S. son los que han procedido correctamente, y se lo he dicho a ellos y se lo he dicho también a los otros. (El Sr. Marqués de Sardoal: Entonces, a los dos). No; entiéndase bien; se lo he dicho a los que estaban al lado de S.S., y a los otros les he dicho que éstos eran los que procedían correctamente. ¿Qué había yo de hacer? Si estaban al lado de S.S., era porque se lo aconsejaba yo, y mal podía decir que no obraban bien aquellos que seguían mis inspiraciones; y a los otros les decía que no tenían razón, que debían estar políticamente al lado del Sr. Marqués de Sardoal, y me contestaban que políticamente sí, pero personalmente no podía hacerlo, porque tenía agravios recibidos de él. ¿Qué había de hacer yo? ¡Si he aplaudido a los que estaba al lado de S.S.! Su señoría mismo lo ha declarado, porque, al fin y al cabo, hasta el último momento ha tenido S.S. a su lado a amigos míos y de mi procedencia; porque de los 14 ó 16, y creo que hasta 17, únicamente dos eran de otra procedencia; los demás eran de la mía. De los que estaban en contra, no todos procedían de mi partido, pues únicamente tres se separaron con los disidentes; y se separaron, según ellos, por agravios personales que tenían de S.S.

Yo, pues, no he podido hacer más; yo no he tenido vacilación en este punto, y después de haber hecho todo lo que podía hacer en el terreno personal, en el terreno de la amistad y como jefe de partido, al ver que no podía conseguir nada, me crucé de brazos y dejé que la cuestión se resolviera oficialmente, reservándose el Gobierno intervenir dentro de la ley cuando debiera hacerlo.

Por lo demás, S.S. me ha dado un consejo que, por el buen deseo con que me lo ha dado, lo acepto, aunque mejor dicho, no tengo necesidad de aceptarlo, porque es la conducta que sigo desde que empecé mi carrera política. De todas maneras, lo agradezco: primero, porque S.S. me lo da como amigo, y yo agradezco todo lo que proviene de la amistad; y después, porque da la casualidad de que coincide con mi manera de proceder, y aunque a S.S. le parezca que necesito ese consejo, gracias a ella he podido conseguir que hasta ahora, después de muchos años de carrera política, de estar al frente de un partido y de un Gobierno, todavía no me han convertido en el ídolo colocado sobre el pedestal, que no ha sabido hacerse adorar.

Su señoría ha dicho que siguiendo por el camino que llevo, continuando con la conducta que sigo, estaré rodeado de una muchedumbre y me hallaré en el centro de esa muchedumbre sobre un pedestal en cuya cima habrá un ídolo que no habrá sabido hacerse adorar ni aún por esa misma muchedumbre. Pues bien; todavía no ha llegado este caso, y espero en Dios por el camino que vamos no ha de llegar; mientras que a S.S. le puedo yo decir que ha llegado ese caso, porque en una pequeña esfera de acción, y a pesar de sus esfuerzos y de los de sus amigos, le ha sucedido eso a S.S. (Risas y muestras de aprobación). De manera que, aceptando como acepto el consejo, no sirve más que para confirmarme en la conducta que he seguido hasta aquí y que he de seguir en adelante. Y ahora, por consecuencia, aconsejo a S.S. que, puesto que a mí me ha ido bien hasta ahora y a S.S. no, siga mi conducta y no la que ha seguido, porque así nos irá bien a los dos. (Risas. ?El Sr. Marqués de Sardoal: Que sea enhorabuena por el chiste). Yo quiero que me vaya bien, pero también quiero que le vaya bien a S.S.

Nada tengo que decir de la gestión administrativa de la Diputación provincial de Madrid, porque esos detalles no los conozco, ni tengo obligación de conocerlos; pero celebro que la administración de la Diputación provincial de Madrid haya sido tan buena, tan excelente como S.S. ha demostrado aquí, mucho más habiendo sido bajo su presidencia; porque eso no solo honra a la Diputación provincial, sino que honra a S.S.

Pero ya que S.S. ha hablado, y con razón, de la buena administración de la Diputación provincial de Madrid, podía haber excusado ciertas palabras que parece que contradicen esa afirmación, en la parte [376] anterior de su discurso, tratando de cierto aspecto moral, de ciertos aspectos que podían envolver inmoralidad en esa misma Diputación que S.S. tan justamente ha aplaudido. (El Sr. Marqués de Sardoal: No he dicho eso). Más vale así. (El Sr. Marqués de Sardoal: No es que más vale así; es que no lo he dicho). Tanto mejor; lo he entendido yo mal. (El Sr. Marqués de Sardoal: He dicho que aun cuando la hubiera hipotéticamente, no sería yo el llamado a ser fiscal en este momento. Su señoría no ha sabido apreciar esta delicadeza en mi espíritu). Siento mucho haber comprendido mal a S.S., pero le aprecio la declaración; aunque ha sido un poco áspera, la acepto con gusto, y como soy tan dócil como S.S., reconozco con la misma docilidad que S.S. el error que he cometido no entendiéndole.

Por lo demás, ya he dicho que puede haber error en la gestión administrativa de la Diputación provincial de Madrid y en la de todas las Diputaciones de España; y porque lo entiendo así y lo entiende también el Gobierno, hace tiempo que se acordó en Consejo de Ministros, a propuesta del de Gobernación, presentar pronto una ley que remedie en lo posible los errores que se cometan en la gestión administrativa de las Diputaciones provinciales y que mejore y modifique la manera de administrar aquellas Corporaciones, sobre todo lo que se refiere a establecimientos de beneficencia. De manera que en eso estamos de acuerdo S.S. y yo.

Por último, y dejando la palabra al Sr. Ministro de la Gobernación, si tiene algo que decir respecto del fondo de la interpelación de S.S., yo pido a los Sres. Senadores perdón por ser la tercera vez que los molesto, pues en verdad me apesadumbra molestar tanto su benévola atención. (Bien, bien). [377]



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL